Llegando la hora
Las
enfermedades que tenía se le van agravando, y en 1899 contrae tifus. Corre
el mes de noviembre, y la Madre ya no sale de su celda. La Superiora General,
por temor al contagio, no deja que las Hermanas entren.
El 1 de Noviembre, al
terminar de arreglar algunas cosas, dice a Madre Carlota, la secretaria: «Ya
estoy tranquila».
El 8 de noviembre recibe
la Santa Unción de los enfermos, y a la pregunta del sacerdote: ¿Perdona de
todo corazón a todos los que le han hecho mal?; responde, a pesar del estado
agónico, con entereza y decisión:
—«Sí, Padre, los perdono
de todo corazón».
Le pusieron allí cerca
el Niño Jesús y la Virgen del Socorro, las imágenes que desde pequeña habían
sido sus mejores confidentes. Les dirige miradas de gratitud; les confía sus
hijas, su Congregación.
El miércoles por la
tarde se agrava. Ya sólo la Madre General y las enfermeras entran en la celda
las demás, en el coro, tribunas y habitaciones próximas, adivinan lo que puede
pasar en cada instante… y rezan.
Es ya noche cerrada y el
sueño no rinde al dolor; por eso permanecen todas en vela. Todas. Madre Carmen
también. Espera alerta su última hora. Con mucha paz, con alegría…
Ven, Señor, Jesús.
A las dos de la
madrugada del jueves, murió. El 9 de noviembre en el año que había cumplido
Madre Carmen los sesenta y cinco años, con una gran paz, invocando a la Virgen
del Socorro, entregó su alma al Creador.
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