¡Paz y Bien hermanos!
Hace tan solo unos días, hemos dado inicio al tiempo cuaresma. Como nos dice el Papa Francisco, en su mensaje para este Año: “La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» ), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar”.
También nos recuerda que
“Es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los
medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna”.
“En este tiempo se nos invita a escuchar la Palabra de Dios y a meditarla con
más frecuencia”.
Por eso en esta tarde
desde esta invitación del Papa, de la Iglesia, nos ponemos en la presencia del
Señor, ante Jesús Sacramentado, para dejar que Él transforme nuestra vida y
nuestro corazón.
“En un mundo lamentablemente
herido por el virus de la indiferencia, las obras de misericordia son el mejor
antídoto. Nos enseñan a atender las necesidades más elementales de nuestros
hermanos más pequeños”.
¿Cómo podemos ser testigos de
misericordia? No pensemos que se trata de realizar grandes esfuerzos o gestos
sobrehumanos. El Señor nos indica un camino simple, sembrado de pequeños gestos
que, ante sus ojos, tienen un gran valor. Se nos ha dicho que sobre esto
seremos juzgados.
El servicio al prójimo, al hermano o hermana
que tiene necesidad de un consejo, de un servicio, o simplemente de ser
escuchada en sus problemas para hacer así más llevaderas sus dificultades, es
signo de que vamos por el camino del buen espíritu
De hecho, no basta tener la
experiencia de la misericordia de Dios en la propia vida; es necesario que nos
convirtamos en signo e instrumento de misericordia para los demás. La
misericordia, además, no está reservada solo a los momentos especiales, sino
abraza toda nuestra experiencia cotidiana. Es un empeño que nos interpela la
conciencia y la acción.
La
Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y
reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los
encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece
acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para
acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil.
Queremos, Señor,
convertirnos a Ti. Frente a la tentación del tener, poder y saber, queremos ser
reflejo de tu amor misericordioso. Queremos que en nuestro corazón entre la luz
de tu amor y pueda iluminar a nuestro alrededor, dar calor, contagiar cercanía
y paz. Por eso, ahora, al
suplicarte en cada petición que nos des un corazón misericordioso como el tuyo,
encenderemos una vela, a tus pies, como signo del gran Amor que nos tienes, y
del que nosotros queremos ser un pequeño reflejo para nuestros hermanos más
necesitados.
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