viernes, 3 de marzo de 2017

Comenzamos la Cuaresma


¡Paz y Bien hermanos!

Hace tan solo unos días, hemos dado inicio al tiempo cuaresma. Como nos dice el Papa Francisco, en su mensaje para este Año: “La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» ), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar”.

También nos recuerda que “Es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna”. “En este tiempo se nos invita a escuchar la Palabra de Dios y a meditarla con más frecuencia”.
Por eso en esta tarde desde esta invitación del Papa, de la Iglesia, nos ponemos en la presencia del Señor, ante Jesús Sacramentado, para dejar que Él transforme nuestra vida y nuestro corazón.






“En un mundo lamentablemente herido por el virus de la indiferencia, las obras de misericordia son el mejor antídoto. Nos enseñan a atender las necesidades más elementales de nuestros hermanos más pequeños”.
¿Cómo podemos ser testigos de misericordia? No pensemos que se trata de realizar grandes esfuerzos o gestos sobrehumanos. El Señor nos indica un camino simple, sembrado de pequeños gestos que, ante sus ojos, tienen un gran valor. Se nos ha dicho que sobre esto seremos juzgados.
El servicio al prójimo, al hermano o hermana que tiene necesidad de un consejo, de un servicio, o simplemente de ser escuchada en sus problemas para hacer así más llevaderas sus dificultades, es signo de que vamos por el camino del buen espíritu
De hecho, no basta tener la experiencia de la misericordia de Dios en la propia vida; es necesario que nos convirtamos en signo e instrumento de misericordia para los demás. La misericordia, además, no está reservada solo a los momentos especiales, sino abraza toda nuestra experiencia cotidiana. Es un empeño que nos interpela la conciencia y la acción.
La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil.





Queremos, Señor, convertirnos a Ti. Frente a la tentación del tener, poder y saber, queremos ser reflejo de tu amor misericordioso. Queremos que en nuestro corazón entre la luz de tu amor y pueda iluminar a nuestro alrededor, dar calor, contagiar cercanía y paz. Por eso, ahora, al suplicarte en cada petición que nos des un corazón misericordioso como el tuyo, encenderemos una vela, a tus pies, como signo del gran Amor que nos tienes, y del que nosotros queremos ser un pequeño reflejo para nuestros hermanos más necesitados.




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